Razas de caballos: el caballo bretón

El caballo bretón, se trata de una raza muy característica por la que muchos de vosotros sentís una especial curiosidad, por lo que hoy os vamos a hablar de sus características y peculiaridades.

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Origen del caballo bretón

Como muchos habréis podido adivinar, sólo con el nombre podemos saber cuál es la procedencia de este caballo. Tiene su origen en Bretaña, la región que está situada al noroeste de Francia.

Surge del mestizaje de otras razas de caballos europeos y orientales con miles de años de antigüedad, dando lugar a un espectacular caballo de tiro.

Este caballo también ha sido utilizado para crear nueva razas. Una de ellas se empezó a crear hace cerca de un siglo. Una raza que bien conocemos aquellos que hemos estado en el Pirineo: el caballo Hispano-Bretón, el cual es un cruce de esta raza con el caballo Pura Raza Española (PRE).

El caballo de tiro francés

Como ya hemos comentado, el caballo bretón surgió de diferentes cruces, creado para ayudar a labrar y a arrastrar diferentes herramientas del campo, o siendo la fuerza de arrastre de carros y carruajes, así como para mover artillería pesada, en el caso de su apoyo a los ejércitos.

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Características del caballo bretón

Sólo con ver las imágenes, ya os daréis cuenta de que el caballo bretón es inmenso. Pese a que su alzada no es impresionante, entre los 1,55 y 1,63 metros, tiene un peso más que considerable, siendo de media de 800 kilogramos.

Con esto, ya podréis deducir que estamos hablando de un animal tremendamente musculado, sobre todo en cuellos, hombros y pecho. De patas cortas, y rematadas con barbas, tiene sin embargo un gran paso. Por norma general, su cabeza es de tamaño recto y perfil recto, aunque también podría tener, excepcionalmente, un perfil cóncavo. Normalmente es de color castaño, con un pelaje alazán, bayo o ruano.

Su temperamento es de un caballo rústico, que no tiene excesivos caprichos, tranquilo y agradable.

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Tipos de caballo bretón

Los continuos cruces con el caballo bretón, a lo largo del tiempo, ha sido en ocasiones un problema para la raza, que llegó a ser considerada pura. El resultado ha sido que hoy nos encontramos ante tres tipos de razas de caballos, todas ellas correspondientes a diferentes zonas de la región bretona.

El bretón pesado

De todos los tipos de esta raza, el bretón pesado es el mayor de todos. Por ello, es el tipo de caballo que más se ha utilizado para todo tipo de taras. Ya no sólo para la agricultura, algo muy propio de los caballos de tiro, también ha sido un caballo que ha servido históricamente al ejército francés. Desciende de el Gran Bretón y fue fruto de el cruce entre el caballo Ardenner y el Percherón.

¡Por cierto! Al ver su aspecto pesado y tosco, seguro que adivináis también para que han servido. ¡Sí, también para producir mulas!

El Postire

El bretón postire ha sido utilizado para trabajos agrarios menos exigentes que para el bretón pesado, aunque también ha colaborado en el transporte de artillería. Su nombre proviene de tirar de carruajes de correos en la época. Fruto de un cruce de razas en el siglo XIX, entre el Norfolk Trotter y el Hackney.

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El Corlay

El bretón corlay es considerado como el descendiente del original caballo bretón. De menores proporciones que el bretón pesado, procede del cruce de las razas árabe y purasangre. En tiempos se utilizó incluso para carreras, debido a su velocidad, aunque principalmente se usaba para cultivos menores y para silla. Actualmente, no es un caballo muy habitual, siendo el número de ejemplares muy reducido.

Como podéis ver, es un animal sorprendente. Bajo ese mestizaje diseñado para funciones muy concretas de trabajo, se esconde un caballo con un gran alcance y velocidad. Un animal acostumbrado al campo, lo que le ha conferido un carácter familiar, tranquilo y rústico. ¡Cómo nos encantan este tipo de caballos!

*Advertencia. El artículo de EquusLine.es muestra opiniones y recomendaciones del equipo profesional de Agroveco, no son diagnósticos. Para cada caso o problema particular, os recomendamos que contactéis con un profesional que haga el diagnóstico “in situ”.

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